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jueves, 1 de mayo de 2025

¿Qué significa la liturgia?

 



Para entender el significado de la liturgia, es muy importante primero que recordemos lo que celebramos en ella. Estamos tan acostumbrados a ir a misa, y los monaguillos están tan acostumbrados a ayudar en ella, que algunas veces se olvida lo importante que es lo que estamos celebrando.

En la liturgia celebramos el Misterio de Cristo, pero, ¿qué quiere decir esto exactamente? Como sabemos, el hombre abandonó a Dios tras desobedecerle en el paraíso, y Dios, en vez de olvidarse de nosotros, estableció una Alianza con su Pueblo. Esta Alianza culmina con la venida de Jesucristo. Dios estableció un plan en el que su propio Hijo vendría al mundo, haciéndose hombre y muriendo en la cruz y, de esta manera, nos abriría las puertas del cielo.

Este es el gran Misterio. “Cristo con su muerte, destruyó nuestra muerte, y con su resurrección, restauró nuestra vida”. Gracias a la liturgia podemos anunciar este gran acontecimiento para que todos los hombres sepan que Cristo ha venido a salvarnos.

La Palabra Liturgia

Liturgia viene de la palabra griega “Leitourgia” que a su vez está compuesta de “Leitos” que significa popular, del pueblo y “Ergon” que significa obra. Por tanto, se refiere desde hace mucho tiempo a una obra que pertenece a la comunidad y no de utilidad privada.

* En la iglesia la liturgia es el culto público que damos a Dios.

* La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde nace toda su fuerza. 

    *Toda celebración litúrgica es acción sagrada por excelencia, porque es obra de Cristo. Jesús es quien dirige la liturgia.

Por lo tanto, la palabra significa “obra o quehacer público”, “servicio de parte de y a favor del pueblo”. Quiere decir que, nosotros los hombres, tomamos parte y ayudamos a Dios en su obra. Es decir, en la misa no sólo recordamos todos juntos que Cristo un día nos salvó, sino que los hombres ayudamos a Dios en esta gran misión de la salvación.

Cada misa revivimos el sacrificio con el que Cristo nos abrió las puertas del cielo. Además, rezamos juntos unos por otros, conocemos mejor el Evangelio, aprendemos el camino para ser santos y damos a conocer a los que no saben esta Buena Nueva.

1. INTRODUCCIÓN A LA LITURGIA

¡Por eso es tan importante nuestra labor como acólitos, lectores, ministros y coros! Si vivimos la celebración eucarística sabiendo que ayudamos a Dios a salvar a los hombres en cada misa, nos esforzaremos mucho más por prepararnos mejor y hacer nuestro trabajo con responsabilidad y mucha ilusión.

La Liturgia: fuente de Vida, Oración y Catequesis

La liturgia, obra de Cristo y de la Iglesia, es un signo visible de la comunión entre Dios y los hombres. Por ello, la vida litúrgica implica una participación consciente y activa de TODOS los que nos reunimos para vivir en comunidad, orar y evangelizar.

Es en la liturgia en donde debemos encontrar la fuerza para ser santos y ayudar a Jesús (a través de la Eucaristía) a salvar a los hombres y transformar sus corazones. En resumen, la misión de los que ayudamos en misa es muy importante ya que somos los que estamos en primera línea ayudando al sacerdote en la vivencia de la vida litúrgica y tenemos que transmitir su importancia a todos losvfieles de nuestras Iglesias.

Algunas Definiciones

Para comenzar a entender lo que es la liturgia, veamos algunas definiciones:

* L. Beaduin: “La liturgia es el culto de la Iglesia”. Esto es el primer esbozo de la teología litúrgica.

* O, Casel: “La liturgia es la acción ritual de la Obra salvífica de Cristo, o sea, es la presencia, bajo el velo de los símbolos, de la Obra Salvífica de la Redención”. Aquí se toma lo dicho anteriormente y se integran otros componentes, llamándoles componentes esenciales de la Celebración o Misterio:

* La existencia de un acontecimiento primordial de salvación.   

La presencia del mismo acontecimiento por medio de un rito.

* Gracias a la presencia ritual, cada hombre en cada tiempo, actúa como propio el acontecimiento primordial de Salvación.

* Pío Xll, en “Mediator Dei“: “Culto público que Nuestro Redentor, Cabeza de la Iglesia, tributa al Padre y que la Comunidad de los fieles tributa a su fundador, y por medio de Él al Padre”, o más brevemente: “La Liturgia es el culto público total del cuerpo místico de Cristo, cabeza y miembros”. Esta definición surge en un período difícil y de mucha controversia, donde tiende a dejar de lado cualquier intento de novedad en lenguas y ritos, recordando la fidelidad de la normativa litúrgica.

* Otro punto importante es, que la Liturgia, antes de ser acción de la Iglesia hacia Dios, es acción de Cristo en la Iglesia, de modo que la Iglesia primero es sujeto pasivo de la liturgia y luego pasa a ser sujeto activo. Por lo tanto, la liturgia es el elemento constitutivo de la Iglesia no proviene de una ley, sino de la Misión Apostólica.

* Concilio Vaticano ll: “La Liturgia se considera como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo, en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y así, el Cuerpo místico de Cristo.

Lo que no es Liturgia

   La liturgia no es un espectáculo sagrado, un culto exterior: Esto sucede cuando solo nos preocupamos por lo externo, es decir el arreglo de las flores, la ubicación de los monaguillos, etc, olvidándonos de que es obra de Cristo.

   No es liturgia el cumplimiento legal de unos ritos: Muchas veces solo vamos a la iglesia por cumplir, por tradición, porque me toca participar como monaguillo, porque me toca llevar las ofrendas, porque me obligan mis padres etc.

   La liturgia no es un culto privado: No se trata de una vida espiritual individual en la cual cada quien busca la realización de sus gustos y hasta procura realizarlos en privado.

Recuerda:

·         La liturgia es acción Comunitaria debemos sentirnos como Familia.

·         La liturgia es un encuentro con Cristo, es el culto que damos a Dios

·         Es obra de Cristo.




Celebración de vida

Siempre, en los diversos ámbitos de nuestra vida existirán motivos papa celebrar; ya sea cumpleaños, bautizos, aniversarios, fiestas de fin de curso, navidad, año nuevo, matrimonios, etc. Celebramos lo que es importante en nuestra vida, invitamos a otros no para que nos festejen o celebren, sino a participar de un acontecimiento singular, los invitamos a Celebrar juntos.

La verdadera celebración está impregnada de la vida y genera vida. Es un acto vital por excelencia, en donde Dios se hace presente por medio del amor, la alegría y la fraternidad. Los cristianos también buscamos la celebración como una acción de nuestra vida, lo hacemos a través del encuentro fraternal con las personas que integran la comunidad y con Cristo Resucitado.

Lo característico de la celebración es que todos participen. Nadie es celebrado (sólo cuando está muerto). Así como en una fiesta de cumpleaños todos deben ser sujetos de la celebración, lo mismo ocurre con la Eucaristía: no es sólo el sacerdote quien celebra, la celebración es obra de todos. Hay que revelarse contra la pasividad, la asamblea no puede estar reducida a preguntas y respuestas.

La celebración es una actitud vital, un modo de estar insertado en la realidad y de relacionarse con ella. El que tiene espíritu festivo irradia alegría, deseos de vivir; esto provoca y crea un ambiente de fiesta.

La Fiesta es vida

Vemos que al hablar de fiesta no es tan fácil definirla, ya que podemos decir que la fiesta es absolutamente vital para la vida humana. Como una afirmación exuberante de la vida que exige un contraste con la monotonía de ritmo diario.

Juan Mateos define la Fiesta como: “La expresión comunitaria, ritual y alegre de experiencias y anhelos comunes, centrados en un hecho histórico pasado y contemporáneo” Podemos decir, que por experiencia propia las fiestas siempre tienen un motivo y un contenido, no es un rito vacío, algo sin sentido. Al contrario, es un acto vital, un modo de estar en el mundo.

Cuando estamos en fiesta manifestamos intensa y singularmente nuestro modo de vivir, ponemos en común nuestro sentimiento; se hallan todas las personas y las cosas que están junto a nosotros y celebramos con gozo y alegría.

Celebrar o hacer fiesta es un acto de afirmación del mundo y de vida: “La fiesta auténtica es una afirmación, un sí a la vida, un juicio favorable sobre nuestra existencia y la del mundo entero, por eso para poder celebrar una fiesta, la vida tiene que tener sentido; si la existencia se considera como un absurdo, como una mera frustración, celebrarla resulta imposible” (J Mateos, Cristianos en fiesta, Ed. Cristiandad, pág. 254).

La fiesta es un acontecimiento, tanto por su preparación como por su forma de realizarse. Es un acontecimiento extraordinario que se diferencia de otros, y eso lo manifestamos en gestos muy festivos: el baile, la música, los juegos, los saludos. Hoy en día son muchos los que han reemplazado la fiesta por la diversión. Basta con analizar algunas fiestas. La cosa es pasarlo bien como sea, compramos algo para tomar, un poco de música y listo... y así va degenerándose la fiesta verdadera, viene el exceso, la borrachera, el huir de la realidad, el mal humor, la grosería y la ordinariez.

Esto, sin lugar a dudas NO es afirmación de la vida, sino evasión, no crea unión, sino vacío y soledad. En la fiesta sucede todo lo contrario, la fuente de ella está en la apertura, en la sensibilidad, en la capacidad para atender al otro. LA FIESTA SE VIVE.


La Eucaristía es una Fiesta

“La liturgia es la fiesta de la comunión eclesial. En la cual el Señor Jesús, por su misterio pascual, asume y libera al Pueblo de Dios y por él a toda la humanidad, cuya historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres entre sí y con Dios” (Puebla 918).

La liturgia, dice Puebla, es una fiesta. La fiesta litúrgica es la afirmación de la vida desde el sentido nuevo que nos ha dado Cristo. Es la Celebración de la fe, de la alegría y del gozo de la resurrección. Es la gran fiesta de la unidad, de tener algo en común, de crear nuevos lazos de vida comunitaria. La eucaristía es la fiesta de la Pascua del Señor. No se trata de una simple expresión de vitalismo, ni siquiera de la alegría que brota de sentirse en fraternidad. La raíz de la fiesta litúrgica es el Paso del Señor que así como pasó una vez y se comprendió hasta la muerte y resurrección, así sigue pasando ahora, para asumir y liberar por su muerte y resurrección la historia del pueblo de Dios y conducirla a la plenitud del Reino.

La comunidad cristiana no puede vivir sin la fiesta de la eucaristía, lo mismo que la eucaristía no puede tener lugar sin la comunidad. Este es el lugar privilegiado para encontrarnos como hermanos, para celebrar en un ambiente festivo nuestra Fe. Esto es bueno como teoría, pero veamos la realidad:

— ¿Son de hecho las eucaristías dominicales una fiesta?   

— ¿Sentimos el corazón en fiesta cuando participamos en ellas?

La verdad es que existen muchas dificultades. Hay desconocimiento de lo que se celebra y de lo que significa la auténtica fiesta, mucha gente va a misa los domingos porque así está mandado, otros van por rutina. Se ve poca participación, ya sea en los cantos, las oraciones o las lecturas. Cabe destacar aquí el esfuerzo de muchas comunidades juveniles que cada día van aportando su creatividad y van dando más colorido, más vida y alegría a nuestras celebraciones litúrgicas.

martes, 29 de abril de 2025

ORACIÓN POR LA FAMILIA



La importancia de las oraciones por la familia

 

Las oraciones por la familia tienen un papel fundamental en el fortalecimiento de los vínculos familiares y en la búsqueda de la unidad. A continuación, exploraremos la importancia de estas oraciones y cómo pueden ayudarnos en nuestro día a día.

¿Por qué es importante orar por la familia?

Orar por la familia nos permite conectar con Dios y pedirle su protección, guía y bendiciones para nuestros seres queridos. Al hacerlo, estamos reconociendo que no podemos controlar todas las circunstancias ni resolver todos los problemas por nuestra cuenta, sino que necesitamos la ayuda divina.

Además, las oraciones por la familia nos ayudan a fortalecer el amor, la comunicación y la unidad familiar. Cuando nos tomamos el tiempo para orar juntos, estamos fomentando la intimidad espiritual y emocional entre los miembros de la familia, lo cual puede mejorar nuestras relaciones y construir la confianza mutua.

¿Cómo hacer oraciones por la familia?

Existen diversas formas de hacer oraciones por la familia. Algunas sugerencias incluyen:

Oraciones diarias en familia: Establecer un momento diario para orar juntos como familia, ya sea por la mañana, antes de acostarse o en cualquier otro momento conveniente.

Oraciones individuales: Además de las oraciones en conjunto, cada miembro de la familia puede tomarse un tiempo para orar por sus propias necesidades y las de los demás.

Oraciones en momentos difíciles: En momentos de crisis, enfermedad o conflictos familiares, es especialmente importante unirse en oración para buscar fortaleza y dirección.

Oraciones de gratitud: No solo debemos pedir a Dios, sino también agradecerle por las bendiciones recibidas. Incluir momentos de gratitud en nuestras oraciones nos ayuda a mantener una actitud positiva y valorar lo que tenemos.

Beneficios de las oraciones por la familia

Las oraciones por la familia no solo tienen un impacto espiritual, sino que también pueden tener beneficios emocionales y psicológicos. Algunos de estos beneficios incluyen: 

Fomento de la empatía y la compasión: Al orar por las necesidades de nuestros seres queridos, desarrollamos una mayor sensibilidad hacia sus dificultades y sufrimientos, lo cual puede fortalecer nuestra conexión emocional.

Aumento de la paz y la armonía: Las oraciones por la familia pueden ayudar a reducir el estrés y la ansiedad, promoviendo un ambiente más tranquilo y pacífico en el hogar.

Fortalecimiento del sentido de propósito: Al reconocer que estamos en manos del poder superior de Dios y que nuestras vidas tienen un propósito divino, podemos encontrar mayor significado y dirección en nuestras acciones diarias.

Creación de un legado espiritual: Al transmitir el valor de la oración a las generaciones futuras, estamos construyendo un legado espiritual y fomentando la continuidad de la fe en nuestra familia.

En resumen, las oraciones por la familia son una poderosa herramienta para fortalecer los lazos familiares, cultivar la unidad y buscar la guía divina en nuestra vida cotidiana. No importa cuál sea nuestra tradición religiosa, todos podemos beneficiarnos de la práctica de la oración en familia.

 


Ahora sí, la oración:

ORACIÓN POR LA FAMILIA

 Señor, te presento a mi familia delante de ti, y te pido que los bendigas con tu amor y protección. Que cada miembro de nuestra familia pueda encontrar salud física, emocional y espiritual. 

Te pido que guíes nuestros pasos y nos des sabiduría para tomar decisiones acertadas en nuestra vida familiar. Ayúdanos a ser pacientes, comprensivos y amorosos unos con otros, fortaleciendo así nuestros lazos familiares.

Padre, te pido que bendigas nuestro hogar con tu paz y armonía. Que en nuestro hogar siempre reine el respeto mutuo y la unidad. Permítenos ser un refugio seguro donde cada uno pueda encontrar consuelo y apoyo en momentos de dificultad. 

Te ruego que bendigas nuestras relaciones familiares, que podamos comunicarnos de manera efectiva y sincera, fomentando así la confianza y el entendimiento entre nosotros.

Señor, te pido que bendigas a nuestros hijos. Dales discernimiento para tomar decisiones correctas y protégelos de cualquier peligro o influencia negativa. Ayúdalos a crecer en sabiduría y en favor contigo y con los demás.

Te pido también por aquellos miembros de nuestra familia que están lejos, que los guardes y los bendigas en todo momento. Permíteles sentir nuestro amor y apoyo, aunque estemos separados físicamente.

Padre celestial, te agradecemos por tu amor incondicional y por bendecirnos como familia. Te pedimos que sigas guiándonos y bendiciéndonos en cada etapa de nuestras vidas. En tu nombre, amén.

(Se puede terminar esta oración con el rezo de Padre Nuestro, Ave María y Gloria).


EL ENOJO DEL GLOBO

MATERIALES: 
Globos, uno para cada integrante del grupo.
Marcadores de colores.

 Reparte a todos un globo desinflado. Seguramente haya muchos que sepan inflarlo con mayor facilidad, así que invita a esos a pasar al frente y tratar de inflar su globo. 

Cuando los hayan inflado, luego indícales que les dibujen un rostro, algunos globos podrían tener una cara enojada y otros una sonriente. Luego de que se diviertan tratando de inflar los globos y dibujándoles rostros, infla el tuyo, dibuja en él un rostro enojado y llévalo casi hasta el punto de explotar. 
En este punto de la dinámica hay que explicar que la ira es como un globo que se hincha: cuando estamos enfadados, el globo se hincha y se hincha, y cuando explota es cuando se pierde el control, y decimos y hacemos cosas de las cuales vamos a arrepentirnos. 

Ahora... sin avisarle a nadie, de repente, para que se sorprendan ¡haz explotar el globo! 

 Conectemos: Pregúntales: ¿A quién le gusta escuchar el estruendo de un globo que explota? 

 Por eso, hay que evitar explotar como el globo, y cuando notemos que vamos a explotar como un globo, debemos retroceder. 
 Agarra otro globo, vuelve a inflarlo y cuando esté bien grande comienza a sacarle aire para así mostrar que podemos retroceder en nuestro enojo con solo respirar y desinflarnos para no reventar. 
Luego de hacer esta práctica, pregunta lo siguiente: 
¿En qué situaciones han sentido que son como «globos» y deben soportar o tolerar algo? 
¿Qué pasó luego de que se enojaron tanto? 

 JUEGOS CON PROPOSITO 

Ahora que algunos platiquen de alguna vez que se enojaron, por qué se enojaron, si se pudieron controlar o exploraron. ¿Cómo se les pasó el enojo? 

Explícales: 
- Cuando el enojo es mucho y la frustración es grande, terminamos diciendo cosas que no queríamos decir. 
- Cuando estemos a punto de estallar, busquemos la guía de Dios y recordemos qué cosas Él espera de nosotros. 

 Leamos juntos: 
Efesios 4:26 "Enójense, pero sin pecar; que el enojo no les dure hasta que llegue la noche". 

 Pregúntales a todos: ¿Cómo sería enojarse sin pecar? 
 Después de algunos comentarios, 
lean: 
Salmo 37:8 
Romanos 12:18-19 
Proverbios 15:1 
Efesios 4:31



viernes, 25 de abril de 2025

KERIGMA TEMA 11. CRECIMIENTO Y TRANSFORMACION EN CRISTO


 Objetivo del tema: El recién nacido debe dejar crecer la vida de Dios en él.

Hemos sido como niños recién nacidos, criaturas nuevas en Cristo Jesús. Lo peor que nos podría pasar ahora, seria quedarnos niños y no crecer.

Si nacimos en Cristo, ahora crezcamos en él hasta su estatura. Esto no significa otra cosa que dejarnos inundar más y más por la vida de Dios, que su gracia nos vaya transformando y que Cristo crezca mientras nosotros disminuimos (Jn 3,30).

Dios no ha terminado su trabajo con nosotros. Apenas si lo ha comenzado. Su plan es que nosotros reflejemos el rostro de Cristo, así como Cristo refleja el suyo. Dios necesitó un solo segundo para perdonarnos, pero necesita toda nuestra vida para transformarnos. Es una tarea continua; un proceso.

En la ciudad de Taxco hay muchos plateros que hacen verdaderas obras de arte con todo tipo de artículos de plata. Cuando un obrero está trabajando una bandeja del metal, la tiene que pulir y pulir hasta que su rostro se refleje con toda claridad y nitidez en la misma. De esa misma manera es la obra de Dios en nosotros. Él nos va puliendo y purificando hasta que en nosotros se refleje el rostro de Cristo.

Así pues, de manera sencilla podemos decir que el crecimiento en Cristo, es ir siendo más Jesús, más llenos de su Espíritu; dejar que Él ame, sirva y testifique a través de nosotros. En fin, que crezca la vida de Jesús en nosotros.

Este crecimiento se manifiesta de dos maneras:

A.- Viviendo las bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas no son mandamientos ni obligaciones. Son el Evangelio puro. Es la obra de santificación que el Espíritu va haciendo en nuestra vida. Leer Mateo 5,1-12.

— Los pobres de espíritu: No actúan buscando riquezas ni intereses egoístas. Al contrario, están dependiendo sólo de Dios y están totalmente disponibles para servir al hermano.

— Los mansos. Ellos poseen los bienes materiales según el orden divino; sin codicia ni violencia, pero con la fortaleza que les hace responder con tranquilidad y firmeza a las situaciones de pecado.

— Los que lloran: A la luz de Dios captan la grandeza y la miseria del hombre, y, por tanto, la profunda necesidad que existe de salvación en la sociedad y sus estructuras, clamando por un mundo nuevo.

— Los que tienen hambre y sed de justicia: Pero no solo de la justicia humana, sino que buscan y trabajan eficazmente por la justicia de Dios que no está basada en la ley sino en el amor. Promotores activos de todo lo bueno, justo y honorable, para que el hombre llegue a ser lo que Dios quiere en el orden económico, político y cultural.

— Los misericordiosos: Haciendo suyas las miserias de los demás, los comprenden y pueden dar pasos efectivos para remediarlas.

— Los puros de corazón: Siendo libres de los criterios mundanos y los intereses partidistas o egoístas, para establecer los valores evangélicos en cualquier ambiente o estructura.

— Los buscadores de paz: Siembran frutos de justicia y de paz, proclaman palabras de vida, actúan con poder, destruyen las obras de pecado y colaboran a instaurar la paz mesiánica que es el cúmulo de todas las bendiciones de los tiempos nuevos.

— Los perseguidos: Si al Justo Cristo le persiguió el mundo injusto y sus secuaces, al siervo le pasará lo mismo que a su amo. Pero esto no hará sino crucificarlo con Cristo para absorber en su carne el mal que corrompe a la humanidad y de esa manera liberar el mal que pervierte las relaciones de los hombres.

Pero, ¿Quién puede hacer todo esto? Nadie, ciertamente. Es imposible para las fuerzas del hombre, aunque tenga buena voluntad, y comprometa en ello todos sus esfuerzos. Sin embargo, es posible para Dios. Esto es lo que Él quiere en nosotros. Fiel es quien nos ha llamado, quien ha iniciado en nosotros la obra, Él la terminará. ¿Qué es lo que nos toca a nosotros hacer? El segundo paso:

B. —Viviendo la fe

Sabiendo lo que Dios quiere y puede hacer en nosotros, debemos lanzarnos a actuar conforme a lo que creemos. La fe o se vive, o se pierde; o se vive, o no es fe.

La fe se debe manifestar en hechos y circunstancias concretas. Si nosotros sabemos y creemos que Dios quiere hacernos vivir las Bienaventuranzas hemos de lanzarnos en fe a vivirlas, apoyados en sus promesas, llenos del poder de su Espíritu, seguros que nuestra Iimitación no es más grande que su Poder.

Dios nos pide dar pasos en la fe, y si caminamos en fe veremos la Gloria de Dios, es decir, la salvación en todos los campos de la vida humana. Entonces seremos testigos de que suceden cosas mucho más allá de las débiles fuerzas de los hombres. Sólo si creemos y vivimos lo que creemos, veremos las maravillas de Dios.

Lo importante es creerle más al Señor que a los criterios mundanos manifestados en la televisión, la prensa, el internet o el decir de la gente. Y porque le creemos confiamos plenamente en Él y dependemos sólo de la Fuerza que viene de lo Alto, su Santo Espíritu, para llevar a cabo la obra que a los ojos del mundo parece locura, pero que manifiesta la sabiduría de Dios.

La fe es certeza en Dios y en su fidelidad. Es seguridad en sus promesas. Es vivir conforme a lo que creemos y tener la experiencia de la fidelidad de Dios que cumple sus promesas. Esta fe se vive en todos los ámbitos de la existencia humana y sus relaciones con la creación: en el terreno personal, comunitario y social, en el área política y económica, en los aspectos laborales y religiosos. En fin, en toda la vida y en cada momento. 

María, modelo de crecimiento en Cristo

— Ella es la esclava del Señor que se dejó modelar por el Espíritu Santo. El poder del Altísimo la cubrió con su sombra y formó en ella a Cristo.

— La bienaventurada por vivir de la fe, la confianza y el abandono total a la voluntad de Dios.

— La que sirve a los necesitados: Isabel, los novios de Cana, el discípulo amado...

— La que está siempre con Jesús y bajo Jesús, colaborando en la obra de la salvación.

— La que permanece junto a la cruz de su Hijo.

— La que ora y se abre al Espíritu en Pentecostés.

— La bienaventurada, no por lo que ella hizo por el Señor, sino por las maravillas que hizo en ella el Todopoderoso.

Cristiano no es el que dice: "Señor, Señor", sino el que cumple con la voluntad de Dios. Cristiano no es el que se dice tal, sino el que deja a Cristo vivir en él y llega a decir: Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí: Gal 2,20.


miércoles, 16 de abril de 2025

Oración por una curación milagrosa

 

Éxodo 23,25  "Ustedes servirán al Señor, su Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo apartaré de ti las enfermedades".

Querido Señor, Tú eres el dador de vida.

En ti solo hay cosas buenas

 En ti están la misericordia y el amor.

 En ti está la sanidad de las naciones.

En ti está la libertad de preocupación y la libertad de dolor.

Señor Todopoderoso, estás lleno de misericordia y gracia. 

En ti se realiza toda curación.

Tú, Señor, eres el hacedor de milagros. 

En tu espíritu, tu don de sanación está vivo.

En ti Señor podemos poner nuestra confianza en que tú puedes sanarnos,

y protégenos del enemigo y de la muerte de nuestra alma.

Tú, Señor, eres hacedor de milagros para los enfermos y las almas perdidas.

Ayúdanos a poner nuestra confianza en Ti.

Tú, Señor, eres el médico más excelente.

Sanas, proteges, cuidas, amas,

Eres amable, eres paciente, eres bondadoso, eres una fortaleza. 

Tú, Señor, eres nuestro Creador.

Tú conoces nuestros pensamientos, nuestros suspiros y nuestros llantos.

Eres maravilloso y haces todo lo bueno por nosotros.


Pongo en tus manos mi vida.

Toca mi mente, sana mi mente,

 toca mi alma, sana mi alma,

toca mi espíritu, sana mi espíritu, 

toca mi cuerpo, sana mi cuerpo.

Sánanos, Señor, si es Tu voluntad.

 

Amén.


domingo, 13 de abril de 2025

KERIGMA TEMA 10: LLENOS DEL ESPIRITU, SUS FRUTOS Y CARISMAS





Objetivo del tema: Mostrar que la Vida Nueva se manifiesta por sus frutos, los cuales hay que buscar y practicar.

Un árbol bueno, cuando crece, da frutos buenos. Si no, se le corta, se le echa fuera, y se le quema. Pero si da fruto, se le cuida, poda y abona para que dé más fruto.

Así como un manzano da manzanas y una higuera da higos, los que hemos recibido el Espíritu Santo debemos manifestar los frutos del Espíritu. Si en verdad el Espíritu Santo esta" en nuestros corazones se deben manifestar frutos de santidad en nuestras personas.

Dios, como sembrador, plantó ya su Buena Semilla (El Espíritu Santo) en una tierra que Él mismo preparó (en nosotros). Él la regó con Agua Viva y la abonó con la Sangre preciosa de su Hijo. Ahora, naturalmente espera que dé mucho fruto y un fruto que permanezca. Pero los frutos que Él espera son los frutos de la semilla que Él sembró; no de ninguna otra.

San Pablo nos dice claramente cuáles son los frutos del Espíritu:

El fruto del Espíritu es amor, alegría y paz; generosidad y comprensión de los demás; fidelidad y bondad; mansedumbre y dominio propio: Gal 5,22-23.

Por otro lado, los frutos de las cizañas plantadas por el enemigo son:

Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, divisiones, sectarismos, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes: Gal 5,19-21.

El árbol se conoce por sus frutos. Si estamos llenos del Espíritu, vivamos según el Espíritu y no según las tendencias de la carne y los criterios mundanos. Lo importante ahora para nuestra vida, no es el haber recibido una vez el Espíritu Santo, sino vivir de una vez para siempre, todos los frutos del Espíritu. ¿En verdad se están manifestando estos nueve frutos del Espíritu? Cuando en la primitiva Iglesia se tuvo necesidad de siete servidores, los Doce Apóstoles dijeron a la comunidad de creyentes:

Busquen a siete varones llenos del Espíritu Santo.

Hech 6,3.

La comunidad rápidamente los encontró y les presentó a los Apóstoles. Es que a estos siete hombres se les notaba tan claramente que estaban llenos del Espíritu Santo que fácilmente fueron identificados.

La gloria de Dios está en que demos mucho fruto. De una manera especial deben aparecer en nosotros los frutos que Dios reclama a su pueblo desde hace 28 siglos a través de su profeta Miqueas:

Se te ha declarado, oh hombre, lo que Dios te pide: —Practica la justicia —Ama misericordiosamente —Camina humildemente con tu Dios: Miq 6,8.

— Practica la justicia: Otro fruto del Espíritu es el vivir la justicia en todas nuestras relaciones económicas y sociales. La fuerza del Espíritu Santo debe llegar a invadir el campo social y comunitario de nuestra vida. Implantar la justicia de Dios en este mundo, en el ambiente y estructura donde nos encontramos, es tarea de todo hombre lleno del Espíritu. No se trata de que seamos justos nada más en el fondo del corazón sino que practiquemos y sembremos la justicia efectivamente.

— Ama misericordiosamente: Sobre todo en este fruto se conoce a los discípulos de Jesús: Jn 13,34.

Ámense los unos a los otros como Yo los he amado: Jn 15,13.

Antes no éramos capaces de amar como Cristo, pero ahora sí podemos, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado: Rom 5,5.

— Camina humildemente con tu Dios: La presencia del Espíritu Santo en nuestra vida nos va haciendo más y más conscientes de nuestra debilidad y que sin Él nada es posible. No somos sino siervos y nunca mejores o superiores a los demás.

San Pablo, por su parte, llega al terreno práctico y nos muestra tres formulas para vivir la vida del Espíritu:

A. —No extingan el Espíritu: leer 1 Tes 5,19.

B. —No entristezcan al Espíritu: leer Ef. 4,30.

C. —Permanezcan llenos del Espíritu: leer Ef. 5,18.

Nuestros primeros hermanos en la fe, vivían de manera extraordinaria todo este programa porque se podían ayudar los unos, a los otros. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos da testimonio de ello. Sobre todo en Hech: 2,42, se nos dice cómo le hacían:

Perseveraban en la comunidad, en la Enseñanza de los Apóstoles, en la Fracción del pan, y en las Oraciones.

a. —La Enseñanza de los Apóstoles. Esta enseñanza, como la de Jesús, era para vivir la fe las veinticuatro horas del día. No era tanto una doctrina teórica, sino ante todo la forma como un creyente se debía conducir en el mundo. Enseñanza basada en la Palabra del Señor. Todo recién nacido debe alimentarse de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura. La Biblia no es un libro que hable de Dios, sino Dios mismo hablándonos. La Biblia no es un libro, es una Persona, la Persona misma de Dios que se revela y entrega a los hombres. Enseñanza también del misterio de Dios y de su obra salvífica en la historia. 

b. —Las Oraciones. Una de las primeras palabras que se le enseña a decir a un niño es "papá". Un recién nacido en el Espíritu debe igualmente aprender a decir "Papá" a Dios. Sin esta continua relación filial con Él, el Espíritu en ti se irá apagando y terminará por extinguirse. La oración personal es absolutamente necesaria para continuar en el camino del Señor. Sin ella se va enfriando el amor a Dios, no se adquiere nunca su sabiduría y se debilita su poder en nosotros. La oración comunitaria o litúrgica es igualmente indispensable. En ella se manifiesta la unión del pueblo de los redimidos, que, juntos, con Cristo a la cabeza, dan todo honor y toda gloria al Padre de los cielos. La oración personal debe promover en nosotros el gusto y el interés por la oración comunitaria y litúrgica, mientras que ésta a su vez, debe hacer crecer las ansias de un contacto más íntimo y personal con el Señor. 

c. —La Fracción del Pan. La Eucaristía es la fuente y el culmen de la evangelización. Los cristianos, ya marcados con el sello del Bautismo y la Confirmación encuentran su inserción plena en el Cuerpo de Cristo al recibir la Eucaristía. La Asamblea Eucarística es el centro de la comunidad cristiana. (Presb. Ord. 5). EI Bautismo es la fuente de la vida cristiana, la Confirmación su fuerza y la Eucaristía su culmen. Por eso, toda iniciación cristiana o renovación de esta iniciación debe culminar con la celebración del Misterio de la Eucaristía, en una vivencia continuada de la unión con Cristo, dentro del amor de la comunidad cristiana. La celebración de la Cena del Señor debe ser realmente una manifestación gloriosa de la muerte y resurrección del Señor, y una demostración eficaz de lo que anuncia y proclama. Por eso, debe tener las siguientes características: 

Kerygmatica: Verdadero anuncio de la muerte libradora de Jesús y proclamación efectiva de que está vivo en medio de su comunidad cristiana. 

Karismática: Donde se transparente con evidencia el carisma por excelencia, que es el amor, y se manifieste el poder de Dios que actúa entre los suyos a través de los dones espirituales. 

Koinonía: Donde se participe no solo del Cuerpo del Señor, sino también de todo lo que se es y de lo que se tiene, como ya lo proclamaba San Ireneo a finales del siglo segundo. El Espíritu Santo, cuando viene a nosotros, no llega solo, sino que viene con todos sus frutos. Estos frutos son el signo evidente de su presencia, y acción entre nosotros. Pero, aún más, viene con el rico cortejo de sus carismas para construir la comunidad cristiana. Estos carismas, son dones gratuitos de Dios, que reparte a quien quiere, para bien de todos. Por tanto, son más necesarios de lo que nos pudiéramos imaginar. A través de ellos tenemos la oportunidad de ser canales del amor y el poder del Espíritu, para bendecir a nuestros hermanos más necesitados.

Existe un sinnúmero de carismas que todos tenemos. Pero Dios ha querido regalar también carismas especiales que tienen un fin evangelizador, manifestando la presencia poderosa de Dios en medio de nosotros. Quien duda de los carismas de lenguas, profecías y curación no duda del poder de Dios, sino del amor de Dios. Estos carismas son para hoy y no sólo para el principio de la vida de la Iglesia, porque la Iglesia hoy sigue naciendo y extendiéndose en el mundo. Tal vez nunca han sido tan necesarios como hoy día. ¿Y quiénes somos nosotros para decirle a Dios: no quiero este o aquel carisma?

Dios quiere construir su pueblo a través de los carismas que edifican la comunidad. Quien se cierra a los dones del Espíritu ya se está cerrando al Espíritu de los dones y renunciando a ser instrumento del Señor para bendición de la comunidad.

A través de los carismas, experimentamos tanto el amor como el poder de Dios. Gracias a ellos testificamos que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Ellos nos capacitan para lo que nosotros antes no podíamos hacer con nuestras solas fuerzas.

Por el uso de los carismas, nos convertimos en cooperadores en la construcción de la Iglesia de Jesús. Por eso no es lícito menospreciarlos ni reducirlos a unos cuantos. Quien niega cualquiera de los carismas no lo hace porque dude del poder de Dios. En realidad duda de su amor.