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domingo, 3 de abril de 2011

La biblia está llena de promesas de amor por parte de Dios especialmente diseñadas para los que lo aman. Los católicos no estamos acostumbrados a echar mano de ellas y hacerlas nuestras. Hoy día, en estos tiempos difíciles, de violencia e inseguridad, el salmo 91 debe ser para nosotros una oración de fe imprescindible. Aprenderlo de memoria y recitarlo constantemente con fe es sin duda, un arma poderosa de protección.

Salmo 91


Tú que habitas al amparo del Altísimo,
a la sombra del Todopoderoso,
dile al Señor: “Mi amparo, mi refugio,
en ti mi Dios, yo pongo mi confianza”.

El te libra del lazo del cazador que busca destruirte;
te cubre con sus alas y será su plumaje tu refugio.
No temerás los miedos de la noche
ni la flecha disparada de día,
ni la peste que avanza en las tinieblas
ni la plaga que azota a pleno sol.

Aunque caigan mil hombres a tu lado,
y diez mil a tu derecha,
tú permaneces fuera de peligro,
su lealtad te escuda y te protege.

Basta que tengas tus ojos abiertos
y verás el castigo del impío,
tú que dices: “Mi amparo es el Señor”,
y que haces del Altísimo tu asilo.

No podrá la desgracia dominarte
ni la plaga acercarse a tu morada;
pues ha dado a sus ángeles la orden
de protegerte en todos tus caminos.
En sus manos te habrá de sostener
para que no tropiece tu pie en alguna piedra;
andarás sobre vívoras y leones
y pisarás cachorros y dragones.

“Pues a mí se acogió, lo libraré,
lo protegeré, pues mi Nombre conoció.
me llamará, yo le responderé
y estaré con él en la desgracia.

Lo salvaré y lo enalteceré.
Lo saciaré de días numerosos
y haré que pueda ver mi salvación”.

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